27 de febrero de 2010

Especie en Peligro de Extinción

por Charles R. Swindoll
 Salmo 78

¿Recuerda usted cuando los hombres eran hombres? ¿Recuerda usted cuando uno podía decirlo simplemente al verlos? ¿Recuerda usted cuando los hombres sabían lo que eran, les gustaba lo que eran,  y no querían ser otra cosa que lo que eran?

¿Recuerda cuando eran los hombres los que boxeaban, luchaban, y se jactaban de cuántos kilos de pesas podían levantar?

¿Recuerda usted cuando eran las mujeres las que llevaba maquillaje, aretes y bikinis?

¿Recuerda usted cuando eran los hombres los que iniciaban el contacto, y tomaban la iniciativa en una relación personal, y se comprometían de por vida, y modelaban una masculinidad cimentada en seguridad y estabilidad?

Estoy hablando de hombres que saben discernir, que son decisivos, que tienen un corazón fuerte, que saben a dónde van, y tienen suficiente confianza en sí mismos (y en su Dios) para llegar allá. Hombres que no tienen miedo de tomar la iniciativa, de pararse firmes, fuertes en sus principios, aunque las cosas se pongan color de hormigas.

Tales cualidades no sólo inspiran el respeto de las mujeres, sino que también engendran una admiración saludable en los jóvenes y muchachos que anhelan hallar héroes. Necesitamos hombres que sepan pensar con claridad, trabajar duro, hablar sin rodeos, mientras que a la vez son tiernos, sensatos, y cariñosos, y no piensan que hay necesidad de pedir permiso para tomar las riendas.

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